La idealización del amor y la familia suelen ser las primeras trampas que las mujeres deben sortear. Es una cuestión de género, que las expone a un peligro inminente ante una masculinidad, que haciendo uso de su poder en la estructura social, las termina incluso matando.
Las mujeres son receptoras constantes de peligro y violencia, esto por su condición de género. La estructura social patriarcal ha instruido conductas discriminatorias en el ámbito familiar, laboral y social, producto del poder que se le ha asignado al género masculino culturalmente.
Esta situación se agudiza cuando se mantiene una relación socio-afectiva con un hombre machista, ya que este ejerce su poder asignado por la sociedad, moldeado por un sistema de valores y de creencias que configuran relaciones desiguales entre hombres, mujeres y también diversidad sexual.
El modelo de pareja heterosexual se cimienta sobre la base de la estructura familiar. Los roles de hombres y mujeres se enseñan en la familia, bajo la representación de lo que se entiende por contextos de poder, y se apoya socio-emocionalmente en lo que debería ser la expresión del amor, respeto y la comprensión en una relación.
Sin embargo, muchas veces la expresión del amor, el respeto y la comprensión no son mutuas y las relaciones socio-afectivas se conviertan en espacios propicios para relaciones ofensivas, degradantes y agresoras que se alejan del ideal de amor, comprensión y respeto.
Una de las formas más crudas de estas relaciones no sanas se refleja en el ejercicio de poder en la dominación del uno sobre el otro. La dominación se puede traducir en violencia económica, psicológica y física, la cual puede llevar incluso a la muerte de la mujer.
El vínculo afectivo es utilizado como medio de manipulación, el cual ocasiona que la mujer que se encuentre en una relación no sana ignore o bien normalice conductas que le ocasionan sufrimiento o daños psicológicos, físicos y sexuales.
Escala de violencia
El maltrato a la mujer en relaciones socio afectivas en contexto de género es un hecho. Las conductas de control y desvalorización femenina se logran por medio del ejercicio de violencia psicológica verbal el cual implica calificativos peyorativos, comparaciones, humillaciones, entre otros.
La violencia de género en la pareja logra escalar sigilosamente en el maltrato sexual, el cual consiste en obligar a la mujer a tener actos sexuales sin su consentimiento o manipulando las circunstancias para culminar el acto sexual.
La mujer es sometida en la relación a maltratos reiterados, los cuales buscan subordinar las necesidades, deseos o aspiraciones del hombre. Para completar la dependencia de la mujer en la relación, se llega a establecer la violencia física, la cual se sostiene por la esperanza de que “será la última vez”, y logra desestabilizar la seguridad de la mujer, generando sentimientos de culpa, convenciéndola de que fue incluso responsable de la agresión.
La manipulación que se establece en este tipo de relaciones no sanas, se basan en una supuesta protección que el hombre le puede brindar a la mujer, siguiendo la estructura familiar y reflejándose muchas veces en el control de su vida, su cuerpo, sus amistades, sus ingresos e incluso sus propios sueños.
En el año 2019 según datos entregados por la Red contra la Violencia hacia las Mujeres, se concretaron 62 femicidios de los cuales 49 sostuvieron una relación socio-afectiva sea como cónyuge, conviviente o ex-pareja. Además, se verificó con SernamEG que al menos 30 de los casos sostenían antecedentes. Muchos fueron denunciados por violencia intrafamiliar (VIF) por la misma víctima.
En lo que va del año 2020, han acontecido 4 femicidios, de los cuales tres han sido efectuados por convivientes. Otros cuatro asesinatos de mujeres ocurridos en el transcurso de enero y febrero se encuentran siendo investigados.
Nos matan por ser mujeres
El homicidio de la mujer se considera bajo la tipificación penal de “femicidio”, definición que descansa sobre los patrones socio-culturales que fundamentan la inequidad de género, la cual se concreta en misoginia en la esfera público-privado.
Desde el 30 de enero de este año, se considera femicidio también “el hombre que mate a una mujer por razón de su género” , gracias a la Ley Gabriela, la cual dicta penas desde el presidio mayor en su grado máximo o presidio perpetuo calificado. Esta ley podría entrar en vigencia antes del 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer.
Carola Naranjo, especialista en género y directora ejecutiva de Etnográfica, nos llama a “comprender que el amor romántico está en las bases de una relación afectiva emocional y muchas veces las mujeres no se dan cuenta que su relación de pareja se construyó en base a la violencia, esta violencia se hace parte de la normalidad de la dinámica familiar y es ahí donde muchas veces quedan atrapadas”.
Por otro lado señala la experta, “se instalan en la relación de pareja formas de subordinación económica que no permiten que las mujeres tengan la suficiente autonomía para elegir otros caminos posibles de vida, y eso lo vemos a diario reflejado en las altísimas cifras de feminicidio que tenemos como país”.
En Etnográfica+ llevamos más de 15 años realizando cursos, talleres, capacitaciones y estudios que develan la magnitud de esta violencia, además de realizar pedagogía para que las organizaciones del sector público y privado sepan reconocer la violencia de género, se preparen con protocolos y activen una red de apoyo social cada vez que se necesite. Este ha sido y será nuestro aporte.